#Santa Sangre

      #UnpocodeAmbiente

Mr… Villaverde

#LaHistoriaSeSigueEscribiendo #MáPuroZentimiento #Microrelato

Foto:  María Luisa Herrera Herrera

Sabía justamente el color, el mismo que el de sus labios en la primera cita.

La noche conjuraba entre vides, tocaba rayos sobre sus manos la confidente muda. Había olvidado la navaja, esa compañera de desgarros desde ese día, cuando, impregnadas en sudor y tierra, raíces y llanto, juró no dar por acabada

la herencia de su estirpe. Él no deshonraría su Santa Sangre como su padre. La arrancó igual que una perla del pecho de la amada por el amante despechado.

No era una leyenda, el cáliz del fruto ocurría, (esta vez mucho antes) como una plaga bíblica, por quién sabe qué infernal decreto, siempre se consumaba, menos aquel fatídico verano cuando su madre salvase milagrosamente del beso de la muerte entre las cuchillas de la besana de su abuelo. Todo fue entonces a peor. Generación tras generación, ese ritual quirúrgico, químico y ancestral se repetía. Ahora le tocaba a él.

Ella estaba esperándole en la cocina…

Apretándola en su puño izquierdo, como en una presa vil y maltrecha por años de callada inquisición omitida por fuera, derramó entre sus dedos tres lágrimas de escarlata clarividencia, introduciéndosela entre los labios, se la hizo tragar con un beso su lengua. Tomó la navaja sobre la encimera, completando sobre su cuello la vendimia. Llevaban casi dos mil años ofrendando al cinturón del cielo la resurrección. Su vientre y todo su torrente darían prosperidad a este valle de árida miseria veinte lustros más.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies